Tenía 6 años cuando se estrenó Toy Story, y 10 para cuando apareció Toy Story 2. Siempre las recordé como "películas de mi infancia", y en la infancia se quedaron. Hasta que a los 21 años escuché que estaban haciendo Toy Story 3. Lancé mis clásicos y escépticos "Ya no saben más cómo robar" y "No se les cae una idea ni por casualidad". Asumí que la película apuntaba nuevamente a los más chiquitos, pero igual la fui a ver al cine, por los viejos tiempos (Eso sí: ¡Esta vez en inglés, por favor!). Y resultó que estaba equivocada...
La película estaba dirigida a los mismos espectadores de sus predecesoras: nosotros. Los (ahora) grandes. El protagonista (bah, el protagonista humano) había crecido a la par nuestra y había abandonado a sus amigos "inanimados" hacía tiempo. Viendo a Woody, Buzz y compañía guardados en un baúl me recordó a mis peluches olvidados en el estante más alto del placard. Ver a Andy y su hermanita eligiendo qué juguetes regalar y cuáles seguir guardando hizo sentirse identificado a más de uno. Después la película se transformó en algo similar a la anteriores, y los niños de la sala se divirtieron junto con nosotros.
Pero hagamos un fast forward y lleguemos al puñal. Un puñal que claramente estaba dedicado a los grandes. Evidencia de esto fue una sala llena de grandulones llorando o lagrimeando y la mayoría de los chiquitos prestando poca atención.
Díganme si no les duele aunque sea un poquitito esta escena...
2 comentarios:
no vi ni la 1, ni la 2, ni la 3.
que lindo q tuviste alguien q te lleve al cine o te hiciera ver pelis cuando eras chica =)
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